Museo Thyssen Bornemisza
Del 4 de junio al 15 de septiembre de 2013
El Museo Thyssen‐Bornemisza presenta la primera exposición monográfica en España del
pintor impresionista Camille Pissarro (1830‐1903). La muestra reúne 79 obras prestadas
por numerosos museos y coleccionistas de todo el mundo, entre ellas una famosa paleta
donde el artista pintó una escena campestre combinando los colores del arcoíris. El paisaje,
género que domina en su producción, centra el recorrido de la muestra, que se articula en
orden cronológico en función de los lugares donde el pintor residió y trabajó. La mayor
parte de su vida transcurrió en pueblos como Louveciennes, Pontoise y Éragny, pero las dos
últimas salas están dedicadas a los paisajes urbanos que pintó en la década final de su vida:
sus numerosas vistas de París y Londres, Ruán,Dieppe y Le Havre.
Comisariada por Guillermo Solana, con Paula Luengo como comisaria técnica y producida
por el equipo del Museo Thyssen‐Bornemisza, la exposición se presenta primero en
Madrid, del 4 de junio al 15 de septiembre de 2013, y a partir del 15 de octubre en
CaixaForum Barcelona.

Fue Pissarro quien en 1873 redactó los estatutos de la cooperativa de artistas que iniciaría
las exposiciones del grupo. Y fue, además, el único pintor que participó en las ocho que
organizaron, desde 1874 hasta 1886. Pero su carrera sería eclipsada por el inmenso éxito
de su amigo y compañero Claude Monet. Esta exposición se propone restaurar la
reputación de Pissarro no sólo como "el primer impresionista",sino también como maestro
de los pioneros del arte moderno.
El maestro
Camile Pissarro ha sido descrito como el "decano" o el
"patriarca" del Impresionismo debido a que era el de
mayor edad del grupo (mayor incluso que Manet) y el
de mayor autoridad entre los artistas más jóvenes; fue
algo así como un “maestro de pintores”. Su amiga la
pintora Mary Cassatt escribió sobre él: "Era tan buen
maestro que podía haber enseñado a las piedras a
dibujar correctamente." Tal como destacó Richard R.
Brettell, Pissarro es un puente entre los grandes
pintores franceses de mediados del siglo XIX y los
artistas postimpresionistas del final de siglo. Lo peculiar de él consiste en la cercanía a sus
“discípulos” y en que aprendió mucho de aquellos mismos a quienes enseñó.
Dos grandes pioneros de la modernidad, Cézanne y
Gauguin, fueron en alguna medida discípulos suyos:
trabajaron temporadas junto a él y aprendieron
mucho de sus consejos y de su ejemplo. Pissarro
enseñó a Cézanne la técnica impresionista cuando
pintaban juntos a orillas del Oise, hacia 1873‐1874:
"En cuanto al viejo Pissarro, fue un padre para mí. Era
un hombre al que consultar y algo así como el buen
Dios." Después llegaría Gauguin quien, como
coleccionista y como aprendiz de pintor, se acercó a
Pissarro y heredó de él el sentimiento de la vida
rústica. También se beneficiaron de su protección
Seurat, Signac y los jóvenes pintores
neoimpresionistas; en mayo de 1886, fue él quien los
introdujo en la última exposición del grupo impresionista, exponiendo en la misma sala que
ellos. De hecho, tras conocer a Seurat en 1885, Pissarro se convirtió a la fe
neoimpresionista, siendo el único de los
fundadores del grupo que adoptaría el
nuevo método, conocido popularmente
como “puntillista” o, más estrictamente,
“divisionista”. Hasta 1890 persistiría la
influencia del puntillismo en su obra;
después, regresaría a una factura
impresionista.
El pintor de la naturaleza rústica
Desde las primeras apariciones públicas del grupo
impresionista, la crítica consideró a Pissarro como
un paisajista rural, oponiéndolo al refinamiento
parisiense de Monet y otros. Fue el crítico
Théodore Duret quien lo enunció con más
claridad: “Sigo pensando que la naturaleza agraria,
rústica, con animales, es lo que corresponde mejor
a su talento. Usted no tiene el sentimiento
decorativo de Sisley, ni el ojo fantástico de Monet;
pero tiene lo que ellos no tienen, un sentimiento
íntimo y profundo de la naturaleza, y un poder de
pincel que hace que un buen cuadro de usted sea
algo absolutamente sólido. Si tuviera un consejo que darle, le diría: no piense en Monet ni
en Sisley, no se preocupe de lo que ellos hacen, marche por su lado, siga su camino de la
naturaleza rústica. Llegará usted, en una vena nueva, tan lejos y tan alto como cualquier
otro maestro.” Así como los paisajes de Monet, Renoir y Sisley suelen representar los
escenarios del ocio de la burguesía, los de Pissarro, en cambio, suelen tener como
protagonista, explícito o implícito, el trabajo rural. En vez de
pintar praderas prefiere los campos arados, en vez de los
jardines decorativos, huertos inspirados muchas veces en el
de su propia casa.
En uno de los primeros comentarios sobre la pintura de
Pissarro, Émile Zola escribía sobre sus cuadros: "En ellos se
oyen las voces profundas de la tierra, se adivina la vida
poderosa de los árboles." Más de una década después, el
crítico Charles Ephrussi lo caracterizará así: “Hay en estos
cuadros de la vida rústica como un eco de las penas y fatigas
de la ruda labor de los campos; el pincel de Pissarro parece
una azada que remueve penosamente la tierra.” Los surcos y
las texturas de la tierra labrada se trasladan a la misma
superficie de su pintura.
Si hay un motivo dominante en la pintura de Pissarro, es el del camino. Carreteras, calles
de pueblos y modestos senderos que cruzan los campos, invitan a adentrarnos en el
espacio del cuadro. A veces el camino se presenta en una perspectiva recta; otras, el pintor
se complace en la senda que bordea un huerto o en la
curva de una carretera, motivos que multiplican las
posibilidades pictóricas. En ocasiones, el curso de un río
hace el oficio de un camino, sirviendo de nuevo para
permitir al espectador ingresar en el espacio pictórico.
Más tarde, también en sus paisajes urbanos, se
concentrará en las grandes vías en perspectiva, como
en sus vistas del Boulevard Montmartre o de la Avenida
de la Ópera.
Tal y como nos recuerda Richard R. Brettell, la pintura de Pissarro no puede identificarse
con una exaltación exclusiva de la vie agreste; dedicó también desde muy pronto una gran
atención a la presencia de la industria en el paisaje, como se hace patente, por ejemplo, en
sus vistas de las afueras de Londres o en sus pinturas de las fábricas de Pontoise y sus
aledaños.
Las series urbanas
Tras décadas de entrega al paisaje rural y semi rural, en
los años 1880 Pissarro comienza a explorar el mundo del
paisaje urbano y el último tramo de su carrera (1893‐
1903) está dominado por las vistas de ciudades: París,
Londres, Rúan, Dieppe y El Havre. Su vasto trabajo sobre
ellas se organiza, como el de Monet, por series; como las
de la estación Saint Lazare y su entorno, el Boulevard
Montmartre, la Avenida de la Ópera y aledaños, los
jardines de las Tullerías, el Pont‐Neuf, el Louvre. En una
carta se entusiasma con "estas calles de París que se
tiene la costumbre de llamar feas, pero que son tan
plateadas, tan luminosas y tan vivas". En 1896 y 1898 se
instala en Rúan y pinta sus puentes y los nuevos aspectos
industriales de una ciudad de la era gótica. En julio de
1903, su última serie estuvo dedicada al puerto de Le
Havre, el mismo al que había arribado casi medio siglo
antes en un vapor que venía de América.
Una autobiografía breve
"Esta es mi biografía: nacido en St‐Thomas(Antillas danesas) el 10 de julio de 1830. Vine a
Paris en 1841 para entrar en la pensión
Savary en Passy. Al final de 1847 regresé a
St‐Thomas, donde comencé a dibujar
mientras estaba empleado en una casa de
comercio ‐en 1852 abandoné el comercio y
partí con Fritz Melbÿe, pintor danés, para
Caracas(Venezuela) donde me quedé hasta
1855, [en que regresé a París] a tiempo para
pasar tres o cuatro días en la Exposición
Universal. A partir de entonces me establecí
en Francia. En cuanto alresto de mi historia
de pintor, está vinculada al grupo
impresionista." (Enviada a Durand‐Ruel,
desde Éragny, el 6 de noviembre de 1886).
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