"Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh"
Museo Thyssen Bornemisza
Del 5 de febrero al 12 de mayo de 2013
Cuando en 1874 se abrió al público la Primera Exposición Impresionista, la pintura al aire libre llevaba
ya casi un siglo de vida. No fueron los impresionistas los que la inventaron pero sí, sin duda, los que la
llevaron a su máxima expresión. La primera cita expositiva que propone el Museo Thyssen‐
Bornemisza para el año 2013 analiza la génesis y el desarrollo de esta nueva manera de abordar la
creación plástica, desde su carácter formativo en los paisajistas de finales del siglo XVIII hasta sus
derivaciones expresionistas a comienzos del siglo XX.
Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh llega a las salas de exposiciones temporales el 5 de
febrero y reúne 116 obras. Entre los artistas presentes en esta ocasión se encuentran desde los
iniciadores de los estudios al óleo al aire libre, como Pierre‐Henri de Valenciennes o Thomas Jones,
hasta artistas como Turner, Constable, Corot, Rousseau, Courbet, Daubigny, Monet, Sisley, Renoir,
Seurat, Van Gogh o Cézanne, entre otros muchos nombres imprescindibles. Con este amplio elenco,
la muestra aborda el fenómeno de la pintura al óleo al aire libre en su conjunto, como una práctica
artística que ofrecía nuevas e insospechadas posibilidades a la representación del paisaje, y que
revolucionó la pintura del siglo XIX.
Los estudios al aire libre: del ámbito privado al público
La costumbre de pintar paisajes al aire libre, tal como la conocemos hoy, no arraigó entre los artistas
hasta el siglo XIX. Tradicionalmente los paisajes se elaboraban en el estudio, siguiendo las reglas
clásicas de composición, gradación tonal, perspectiva, etc. No representaban la naturaleza tal cual
era, sino tal como debía ser; escenario idealizado de héroes y personajes legendarios extraídos de la historia, la mitología o las sagradas escrituras. Así
ocurría tanto con las obras destinadas a encargos
privados como a las exposiciones oficiales.

Durante la primera mitad del siglo XIX, la neta distinción entre obras del natural y composiciones de
estudio se fue desdibujando. Desde la década de 1820 se produjeron trasvases entre ambos formatos
que implicaron un acabado más cuidado de los óleos pintados al aire libre y la utilización frecuente de
motivos tomados del natural en los cuadros llevados a cabo en el estudio. Artistas como Corot y
Constable extendieron la práctica de la pintura del natural al conjunto de su producción. De manera
paralela, los estudios pintados en el exterior ganaron reconocimiento e incluso fue frecuente que
algunos paisajistas optasen por presentar algunos de ellos en los certámenes oficiales junto a sus
obras más acabadas.
Durante aquellos años el bosque de Fontainebleau se convirtió en
punto de confluencia de varias generaciones de pintores. Los
paisajistas neoclásicos coincidieron allí con los componentes de lo
que más tarde se conoció como la Escuela de Barbizon ‐Rousseau,
Diaz de la Peña, Daubigny, etc., y el propio Corot participó de
ambas corrientes. Ello contribuyó a dar continuidad a la pintura al
aire libre y situarla en el centro del debate artístico francés del siglo
XIX. Entre los pintores de Barbizon los estudios al aire libre y las
obras ejecutadas en el taller adquirieron una categoría a veces
paralela, prevaleciendo en ocasiones los segundos y en otras, como
en el caso de Daubigny, los primeros.
Monet, Sisley, Renoir e incluso Cézanne trabajaron también en
Fontainebleau. La espontaneidad y la rapidez de ejecución, que
habían sido propias de los estudios del natural, pasaron a ser tenidas
por consustanciales de los cuadros impresionistas. Con ello, los
paisajes pintados al aire libre alcanzaron un estatus nuevo: el de obra
definitiva. Pero ni siquiera los pintores impresionistas fueron ajenos a
las limitaciones de trabajar exclusivamente al aire libre, y en
ocasiones volvieron a recurrir al trabajo en el estudio. Al mismo tiempo, la preocupación por la
representación veraz de los efectos de luz en el exterior dio paso a otros intereses de carácter
esteticista y expresivo que acabaron predominando en los cuadros ejecutados por Van Gogh, Nolde y
Hodler.
Una iconografía de la pintura al aire libre
La exposición se estructura temáticamente en torno a algunos de los motivos más frecuentados por
la pintura del natural tal como fue concebida por Valenciennes: árboles, rocas, riachuelos, etc. Cada
sala, dedicada a uno de estos temas, reúne ejemplos del arte de diversas épocas y escuelas, con el fin
de enfatizar, por una parte, la continuidad de la tradición de la pintura al aire libre y, por otra, la
diversidad de soluciones plásticas adoptadas.
1. Ruinas, azoteas y tejados:
Las ruinas y arquitecturas constituían en el siglo XVIII
uno de los elementos integrantes de la pintura de
paisaje, al que otorgaban un carácter pintoresco. Como
tales, fueron objeto de la atención de los jóvenes que se
formaron en Italia a finales de siglo y comienzos del
siguiente, siguiendo la tradición del paisaje idealista del
XVII y de las vedute del siglo XVIII. Ahora bien, en los
estudios al aire libre ese pintoresquismo cedió terreno
ante el afán de veracidad impulsado por Valenciennes,
buscando, no tanto una estricta atención al detalle, sino
la correcta plasmación del motivo en su conjunto, en sus
formas y texturas, y en sus valores tonales.
2. Rocas:
La representación de rocas está presente en la pintura de paisaje desde sus inicios. Los primeros
estudios de roquedales fueron pintados en Italia a finales del siglo XVIII, pero el protagonismo de este
motivo llegó de la mano de la Escuela de Barbizon; no en vano las formaciones rocosas del bosque de
Fontainebleau ocupaban aproximadamente un
cuarto de su superficie. Los pintores de Barbizon les
otorgaron a menudo valores melancólicos, de
soledad y desolación. En el caso de los artistas
americanos, por el contrario, arte y geología fueron
con frecuencia de la mano. Hacia finales del siglo
XIX, Cézanne retomó el motivo de las rocas para
ahondar en la construcción espacial del cuadro sin
recurrir al sombreado o la perspectiva.
Las montañas no fueron objeto de interés estético hasta el siglo XVIII. Entre los artistas que
trabajaron en Italia predominan las imágenes alejadas, concebidas como fondos para la composición
de cuadros en el estudio. Un caso excepcional fue el del Vesubio, objeto de numerosas
representaciones. Fue en el centro de Europa, pese a todo, donde la iconografía de las montañas
alcanzó sus configuraciones más originales, a menudo a medio camino entre el idealismo romántico y el interés científico. Los estudios de montañas al aire libre se
extendieron también a países como Austria, Francia o España.
En la obra del pintor suizo Ferdinand Hodler, a comienzos del
siglo XX, las montañas adoptan un carácter simbólico y
monumental.
4. Árboles y plantas:
En la Italia de finales del siglo XVIII se extendió la costumbre de ejecutar estudios del natural de los
ejemplares más bellos y pintorescos de árboles y plantas. A ello se sumó el interés botánico puesto
de moda por el naturalista sueco Linneo, y que se difundió con rapidez en los países anglosajones.
Pero donde este tipo de estudios alcanzó mayor desarrollo
fue en la Francia de comienzos del siglo XIX, merced a la
preparación de las pruebas del Grand Prix de Roma de
paysage historique, creado en 1817. Para los pintores de
Barbizon, asimismo, los árboles se convirtieron en actores
silenciosos del paisaje. A comienzos de la década de 1860
los pintores impresionistas también pintaron árboles en
Fontainebleau peron, frente al interés romántico por
sentimientos que desprenden los grandes robles y hayas,
artistas como Monet se concentraron en las sensaciones
visuales de la luz al filtrarse a través de sus hojas. Hacia
finales del siglo XIX y comienzos del XX los estudios de
árboles adoptaron un carácter esencialmente expresivo.
5. Cascadas, lagos, arroyos y ríos:
Desde el origen del género del paisaje, el agua contribuyó a
imprimir variedad y frescura a los cuadros. Torrentes y
saltos de agua aparecen ya en los estudios de enclaves
próximos a Roma, como Tívoli o Terni, famosos por sus
cascadas, o la región de los “Castelli Romani”, con sus lagos
Nemi y Albano, plasmados de forma sintética por los
paisajistas neoclásicos. En Inglaterra, los estudios al óleo de
ríos alcanzaron su punto culminante en la obra temprana
de Turner y de Constable. El agua está también muy
presente en la obra de Courbet –con un sentido muy
material– y de Daubigny, quien introdujo el elemento
acuático en el repertorio temático de la Escuela de
Barbizon e hizo construirse un barco‐estudio para pintar en
él sus vistas de los ríos Sena y Oise. De entre los impresionistas, Monet fue el que mayor atención
prestó a los efectos cambiantes del agua.
6. Cielos y nubes:
La representación de los cielos era objeto de la atención
de los tratadistas desde tiempos de Leonardo. Sin
embargo fue en el siglo XVIII y comienzos del XIX cuando
se extendió la costumbre de ejecutar estudios de nubes.
Encontramos ejemplos de ellos entre los artistas franceses
y alemanes que se formaron en Italia. Pero quien llevó a
cabo un trabajo más sistemático en la observación de los
cielos fue Constable. El artista inglés, en su intento de
lograr una mayor integración entre cielo y paisaje en sus
grandes composiciones, llegó a pintar más de cien estudios
de nubes en sus dos principales campañas en Hampstead
entre 1820 y 1822. Otro destacado pintor de cielos fue
Boudin, quien influyó en artistas como Courbet y Monet.
Ahora bien, entre los impresionistas fue Sisley quien
concedió mayor relevancia a los cielos en su obra,
siguiendo el ejemplo de Constable. La sala se completa con cuadros de Van Gogh y Nolde, con una
concepción estilizada, subjetiva y prácticamente abstracta de las nubes.
7. El mar:
Como la montaña, el mar fue contemplado con temor
hasta el siglo XVIII. Si bien algunos pintores neoclásicos
ejecutaron estudios de marinas al aire libre en el golfo
de Nápoles, de nuevo fue Constable quien llevó a cabo
las primeras marinas al aire libre importantes. La moda
de las estancias en la playa como destino vacacional, de
la que participó Constable, se extendió de Inglaterra al
norte de Francia y, desde el segundo cuarto del siglo
XIX, se asistió a un progresivo descubrimiento del litoral
de Normandía por parte de escritores y pintores. Ahí
realizó Courbet sus “paisajes de mar”, de una
materialidad propia de las rocas de su región natal del
Franco Condado. De entre los impresionistas fue Monet
el que sintió mayor atracción por el mar; no en vano su juventud había transcurrido en la costa
normanda. Allí realizó entre 1880 y 1883 seis campañas en las que pintó el mar, el cielo y los
acantilados.
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